Nasca Mantle ("The Paracas Textile"), 100–300 C.E. Cotton, camelid fiber  Brooklyn Museum, John Thomas Underwood Memorial Fund, 38.121
Nasca Mantle ("The Paracas Textile"), 100–300 C.E. Cotton, camelid fiber Brooklyn Museum, John Thomas Underwood Memorial Fund, 38.121

Paracas 2.0

Raúl Soto

 

Fue en 1994 cuando Néstor Madalengoitia vio por primera vez algunos mantos Paracas en el Museo de Brooklyn, Nueva York. Un manto en particular le llamó la atención, no solo por la riqueza cromática característica de la textilería Paracas, sino por el finísimo tejido de encaje que lo enmarcaba. Mientras muchos de los mantos de la colección tenían flecos, este originalmente ostentaba 90 figuras complejísimas en el borde, de las que se han conservado solo 85. Encaje no es una palabra exacta para describir este trabajo sofisticado y complejo del entretejido Paracas: la mayoría de las figuras representadas son estilizaciones antropomórficas o de seres míticos y algunos de animales y plantas. Todo el diseño del manto tiene una sofisticación y una imaginería asombrosas: parece haber sido elaborado por un programa digital o de Inteligencia Artificial. A Madalengoitia le tomó más de dos décadas —mientras continuaba su trabajo pictórico habitual y como muralista— para resolver estéticamente la representación de las 85 figuras del manto. En el caso de las cinco cercenadas por el tiempo —de la 31 a la 35— tuvo que recrear el patrón del encaje siguiendo las piernas incorporadas en el manto mismo. El artista decidió escoger un formato pequeño y la técnica mixta de la acuarela y el acrílico sobre cartulina Arches, adecuados para organizar el conjunto de esta muestra. Todo el proceso de producción de los cuadros le ha tomado varios años y si observamos la exposición detenidamente podremos identificar patrones en la composición y en el uso de las acuarelas y los acrílicos. 

 

En cuanto a la composición, Madalengoitia ha reproducido —en el sentido de vuelto a producir— la complejidad de las 85 imágenes Paracas y ha yuxtapuesto figuras humanas practicando el taichí o los movimientos de diversas danzas. He aquí el simbolismo paralelo en juego: el acto lúdico de la producción plástica. El simbolismo indescifrable de la iconografía dinámica del manto Paracas —las figuras no están estáticas— va paralelo con el simbolismo del movimiento corporal: dos códigos culturales se encuentran en el tiempo y en el espacio. O sea, hay un sincretismo entre estos dos lenguajes y una dualidad simbólica. El efecto tridimensional logrado al fusionar las imágenes de las figuras resalta el efecto visual de los colores empleados. Además de la intertextualidad visual referida, los cuadros se enriquecen con frases insertadas. Estas inscripciones textuales no siguen una linealidad sintáctica y complementan el trabajo del color y de la significación. Muchos textos de esta caligrafía son difíciles de seguir y enmarcan las figuras representadas, aunque algunos están escritos en ellas como si fueran tatuajes. Así, el cuadro número 30 es atípico por dos razones: la figura humana es un saxofonista y contiene el vocablo JAZZ escrito en todo el cuerpo y en su instrumento. En cuadros recientes, los que van del número 76 al 80 específicamente, en vez de textos se insertan íconos universales de índole político: puños en alto y manos enarbolando la V de la paz. Es decir, el artista no es ajeno a las contradicciones sociales del país que lo acogido —los EE. UU.—  en su exilio voluntario. Es más, los cinco cuadros conforman una serie conectada por rayos luminosos y resalta la profusión de azules en el segundo plano. Otras imágenes muestran paisajes andinos, ruinas precolombinas y ciudades modernas. También encontramos figuras geométricas que nos remiten al cubismo de Gris y Picasso. 

 

Madalengoitia ha optado por la preeminencia de la acuarela como base cromática, agregando toques precisos de acrílico para orquestar los colores en cada cuadro. La aplicación del acrílico en muchas de las figuras semeja a píxeles de diferentes formatos y tamaños, sin duda una técnica perfeccionada por el artista en su trabajo pictórico anterior. Su paleta recorre una gama de tierras y grises dominantes en el segundo plano que se complementa con la riqueza cromática de azules, verdes, naranjas y rojos. 

 

Esta es una exposición interactiva y la mejor manera de disfrutarla es cotejando el manto Paracas con los cuadros de Néstor Madalengoitia.